No tengo ninguna duda de que vamos a salir de esta crisis del coronavirus. Lo que no sé es cuántas vidas humanas dejaremos atrás, sobre todo de nuestros mayores. Seguramente muchas, incluso puedo ser yo una de ellas. Pero a pesar de todo, lo que de verdad me preocupa es saber si vamos a ser capaces como sociedad de aprender, rectificar y trabajar en serio por una sociedad más justa que viva en comunión con nuestro planeta.
Hace años, cuando llevábamos ya un tiempo padeciendo la recesión de 2007-08, una persona muy apreciada y compañera mía de muchas causas solía decir más o menos: “Cuando pase esta crisis que nos ha obligado a ir por la autopista a 80 km/h, la gente se olvidará y volverá a circular a 120, o si puede, a 140 km/h”. Y qué razón tenía, no aprendimos nada ni nos preparamos para nada de lo que nos podía venir.
Hoy nos encontramos ante un problema que en principio no tiene nada que ver con el otro. Mientras esta crisis es sanitaria la otra fue exclusivamente económica. Pero desgraciadamente, la importancia de esta emergencia ha sido y está siendo tan fuerte, que no cabe duda que afectará económicamente mucho e incluso más que la anterior a toda la sociedad.
La pregunta realmente es si aprendimos algo de la anterior. Porque en aquel entonces se hablaba de “refundación del capitalismo”, salimos a las calles para reclamar que “no es una crisis sino una estafa”, protestamos contra la financiación de los bancos a nuestra costa… Sí, así fue, a costa de todos y todas. Pero… finalmente, como bien decía mi amigo, cuando pasó la tormenta volvimos a circular a 120 y si no veíamos en el horizonte el radar de la Guardia Civil, a 140 km/h o más.
Estamos en un momento crucial para llevar a cabo el cambio de modelo que necesitamos, pero… ¿seremos capaces de hacerlo? Vuelvo a tener mis dudas y explico el motivo. Hasta hace unas pocas semanas todos los sondeos de opinión y encuestas que se hacían mostraban que dos de las principales preocupaciones de la ciudadanía eran la lucha contra el cambio climático y la enorme cantidad de plásticos depositados en el mar. Pero… hete aquí que ha bastado con la declaración del “estado de alarma”, para que desaparezcan de los lineales de los supermercados toda el agua embotellada en “plástico” y que incluso se hayan puesto lineales suplementarios para esa agua embotellada en “plástico”. Lo que pase en el planeta parece que nos preocupa, pero, mejor en otro momento y que ahora no nos falte el agua embotellada. ¡Qué triste!
Si no aprendemos de esta crisis y no nos damos cuenta de lo importante que es esa lucha contra el cambio climático que teníamos en mente todas o casi todas las personas no es que sigamos con el riesgo de que podamos volver a tener pandemias que diezmen a parte de nuestra población, es que toda la humanidad estaremos condenados. Porque el Planeta seguro que sobrevive, pero nosotras no.
Estas semanas hemos visto como la reducción drástica de la producción mundial ha hecho que los niveles de contaminación se reduzcan notablemente. En el caso de Logroño, en tan solo una semana, los niveles de contaminación ambiental por óxidos de nitrógeno han disminuido un 25%; luego es posible hacerlo. Se ha mejorado la calidad del aire y de nuestras aguas. ¿Y si en vez de tener que hacerlo obligados por una pandemia lo hacemos por nuestro futuro y el de nuestros hijos e hijas?
Me gustaría que durante estos días que todavía vamos a estar confinados nos preguntáramos de cuántas de aquellas cosas que nos parecían indispensables hace unas semanas podemos prescindir sin que por ello empeore nuestra calidad de vida.
Tenemos que tener en cuenta que si realmente queremos luchar contra el cambio climático, debemos cumplir con las “3 R” y en su orden, es decir:
1º.- Reducir: Quitar todo aquello superfluo que durante este tiempo hemos visto que no nos es imprescindible, no solamente artículos, envases innecesarios, desplazamientos que se pueden evitar usando la tecnología para realizar video conferencias, viajes en coche para ir a por el pan, el periódico, el tabaco o mucho menos para ir a tomar un vino, cosa muy habitual desgraciadamente en nuestra ciudad.
2º.- Reutilizar: Antes de tirar nada y a pesar de la obsolescencia programada, pensar si no es posible reparar, darle otro uso, regalarlo, donarlo, hacer compost, …
3º.- Reciclar: Si tenemos algún residuo que no hemos podido darle alguna utilidad y no queda otro remedio que deshacernos de él, hacerlo adecuadamente depositándolo en el contenedor correspondiente sin que tengan impropios, es decir residuos que no les correspondan, para que su gestión posterior sea la más adecuada.
Por todos y por todas, en estos momentos es muy importante que nos quedemos en casa #YoMeQuedoEnCasa, pero también es vital que aprendamos de esta terrible experiencia las cosas que son superfluas y que valoremos lo verdaderamente importante; la salud, la justicia social, los abrazos que hoy no podemos darnos, pero que son mucho más necesarios que una botella de agua o un rollo de papel higiénico.