El carro de la compra, nuestro mejor carro de combate

Es curioso ver cómo a lo largo de miles de años algunas de las diferentes civilizaciones que han surgido en la Tierra han coexistido en lugares tan lejanos que ni siquiera han llegado a conocerse entre ellas. Contrasta con la globalización hiperconectada en la que vivimos actualmente y en el que prácticamente cada rincón resulta condicionado por lo que ocurre en el resto del mundo, para bien o para mal.

Y vaya si nos está saliendo caro el “para mal”. Los efectos negativos del neoliberalismo y su crecimiento insostenible no entienden de fronteras. El calentamiento global está acelerando procesos como la desertificación o la subida del nivel del mar y los desastres están afectando a todos los países sin distinción entre ricos y pobres. Ninguna cultura anterior había logrado contagiar a todas las demás con sus males. Hoy nos encontramos por tanto sin ninguna duda ante el momento más crítico de la historia de la humanidad.

Estos días atrás se ha estado desarrollando en Madrid la vigesimoquinta Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, conocida como la Cumbre del Clima, y las sensaciones que me he llevado tras visitarla no han sido todo lo buenas que esperaba. Por un lado, en el ambiente estaba presente el negacionismo que determinados líderes mundiales están transmitiendo y desgraciadamente algunos políticos de diferentes ámbitos están copiando, aunque con más veneno que confianza. Por otro, hemos tenido que aguantar la hipocresía de muchas de las empresas multinacionales presentes, que a pesar de ser las mayores contaminantes del país no han tenido ningún reparo en marcarse el mayor y más desvergonzado lavado de cara verde.

En el momento en el que escribo estas líneas aún no tenemos noticias del posible acuerdo que puedan alcanzar nuestros dirigentes en este evento, pero podemos afirmar que no será tan ambicioso como necesita el problema. No obstante, me gustaría decir que aún nos queda un rayo de esperanza.

Si atendemos a las causas que producen el aumento de la temperatura del planeta, veremos que destaca sobre las demás la acumulación de gases de efecto invernadero y las ciudades somos responsables del 70% de las emisiones. Este dato no solo nos responsabiliza si no que nos empodera enormemente para resolverlo. Somos a la vez causa y solución, pero debemos enfrentarnos a un profundo período de transformación para revertir nuestro impacto energético y medioambiental.

El papel de las ciudades en la lucha contra el cambio climático es clave para cambiar la situación en la que nos encontramos. Modificando la forma en que planificamos, construimos y gestionamos podemos lograr enormes reducciones de gases nocivos. Trabajando en la rehabilitación de infraestructuras y edificios con un enfoque verde mejoraremos la eficiencia energética. Llenando nuestras calles de soluciones basadas en la naturaleza podremos adaptarnos mejor al ascenso de las temperaturas y mitigar el efecto isla de calor. Cada paso que demos debe ser estudiado para que la huella que dejemos sea nula o la menor posible. Pero para tener éxito es imprescindible que los ciudadanos y ciudadanas de las urbes formemos parte de la creación de ese tren del cambio y que además nos montemos en él.

Cada uno de nosotras y nosotros tenemos la posibilidad de transformar el sistema en que vivimos, pero para ello tenemos que basar nuestra felicidad en un “buen vivir” que no dependa de cuánto tengamos. Porque la forma en que pensamos y consumimos es el verdadero poder individual que tenemos la gente de a pie para cambiar el mundo. Reduciendo la adquisición de artículos como las compras excesivas y compulsivas, sobre todo en estas fechas, a las que nos incitan; consumiendo alimentos de cercanía, confiando en productos reutilizados y formando parte en definitiva de una verdadera economía circular lograremos que el mercado se adapte a nuestras verdaderas necesidades. No poniendo el reciclaje como elemento central de nuestra participación en la rueda como hemos creído mucho tiempo, si no optimizando el uso de los recursos durante toda la cadena, desde el principio hasta su conversión en otro material al final. Creo firmemente que el carro de la compra es nuestro mejor carro de combate para ganar esta batalla sin dejar a nadie atrás.

Hace ya una década, en la COP15 de Copenhague, unos activistas de Greenpeace, entre ellos Juan López de Uralde, se colaron en la cena institucional con una pancarta que decía: “Los políticos hablan, los líderes actúan”. Pues bien, hemos perdido diez años pero ya no nos queda otra que ser los líderes, ¡actuemos!

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